miércoles, 18 de octubre de 2023

PEDRARIAS Y SUS CAPITANES

 

PEDRARIAS: Artículo tomado del diario “La Estrella de Panamá”.    http://laestrella.com.pa/panama/nacional/odiado-conquista-leyenda-negra-pedrarias-davila/23960472  





TEXTO tomado con fines académicos.

Algunos segmentos se han tomado de la obra: Crónicas de Castilla del Oro de Rubén darío Carles.

Pedro Arias de Ávila:  El más odiado de la Conquista: la leyenda negra de Pedrarias Dávila.

En vida, Pedrarias Dávila gozó de honores, prestigio, poder y cercanía a la Corona de Castilla En contra de la prevalente noción de que la Conquista de América estuvo siempre en manos de los elementos menos educados de la sociedad española, la expedición que llevó a Pedro Arias Dávila hacia el istmo centroamericano en 1514 llevaba consigo ‘la más lúcida gente que de España haya salido', según las crónicas de Pascual de Andagoya

Los veinte buques que salían en abril de 1514 de San Lucar de Barrameda, llevaban a bordo nobles, hidalgos, militares y sacerdotes, algunos de los cuales se convertirían con los años en prominentes figuras de la historia americana: Hernando de Soto (futuro conquistador de Florida); Diego de Almagro (conquistador de Perú); Sebastián de Belalcázar (de Quito); los historiadores Gonzalo Fernández de Oviedo y Bernal Diez del Castillo y el obispo del Darién Juan de Quevedo.

Decepcionado por el resultado de los primeros 15 años de la Conquista, sobre todo el fracaso en la búsqueda del ansiado paso hacia las Indias y abrumado por los grandes problemas de La Española, con esta nueva expedición el rey Fernando El Católico deseaba impartir un giro más serio a su empresa.

Pedro Arias Dávila, de una de las mejores familias de Segovia, ligada durante varias generaciones a la Corona de Castilla, encarnaba ese nuevo espíritu que buscaba el rey para las colonias.

Los Arias, judeoconversos, gozaban de gran fortuna y aprecio en la corte. El mismo Pedrarias había sido paje de Juan II (padre de la reina Isabel) y compartido aventuras militares con Fernando y su esposa Isabel en Granada, Francia y Portugal.

La esposa de Pedrarias, Isabel de Bobadilla y Peñalosa, había aportado al matrimonio un tal vez mayor enclave en la corona, si se quiere, a través de su tía, Beatriz de Bobadilla. Esta era una de las mejores amigas de infancia y gran apoyo de la reina Isabel. Era tal la ascendencia de esta, que se decía comúnmente en la época que ‘en Castilla, sino es la reina, es la Bobadilla".

Por derecho propio, Pedrarias era un ‘súper hombre' de alta estatura, tez blanca, ojos verdes, cabello rojizo y excelente destreza en el manejo de la lanza (ganaba todos los torneos en los que participaba), por lo que en su juventud había sido apodado ‘El Galán' y ‘El Justador'.

Su fortaleza física era tal, que, a sus más de 60 años, en la campaña del norte de Africa, había sido el primero en escalar la fortaleza de Orán y Bujía, donde, según la crónica de su tiempo, ‘mató con sus propias manos al alférez moro'.

Al momento de ser nombrado gobernador de Castilla Aurífera —un territorio inexplorado que comprendía desde lo que hoy es Nicaragua hasta el norte de Colombia— Pedrarias tenía más de 70 años y arrastraba varias enfermedades. Su carácter malhumorado incluía extrañas manías, como la de llevar consigo a todas partes un ataúd, en el que se introducía cada año para escuchar una misa por la salvación de su alma.

Para la empresa colonial el rey lo había investido de gran poder, con el que debía cumplir una serie de detalladas instrucciones (las reales cédulas). Estas básicamente lo comprometían a controlar y ampliar los territorio ocupados en Tierra Firme, para lo cual debían hacerse nuevas expediciones, fundarse poblados, además de cristianizar a los nativos para cobrarles impuestos. A los indígenas que no quisiesen colaborar, previa lectura del llamado Requerimiento, se les haría la guerra.

Aunque las cédulas hacían ver que debía evitarse el maltrato gratuito a los indígenas, esto se contradecía con el resto de las especificaciones, que ponían énfasis en obtener los máximos beneficios lo antes posible.

En forma privada, de boca del rey, Pedrarias llevaba otra instrucción: la de iniciar, previa investigación, un juicio contra un aventurero de cuarenta años que había usurpado, contrario al orden real, el mando en la población de Santa María la Antigua, en el Darién. Su nombre: Vasco Núñez de Balboa.

LLEGADA

Después de 4 largos meses, la expedición de 22 buques llegaba por fin a su destino, el puerto de Santa María del Darién, el día 30 de agosto de 1514.

Al arribo del enorme contingente de barcos, cuentan los cronistas, Balboa se encontraba en calzones y alpargatas, enseñando a un grupo de nativos a colocar correctamente un techo de paja.

Balboa se acicalaría rápidamente para recibir a los recién llegados en la playa, acompañado de algunos de los 515 colonos y 1,500 indígenas que componían el pequeño poblado.

Mal vestido, sudado y confundido, llegaría a tiempo para ver descender de la nave capitana a Pedrarias, vestido elegantemente de seda y brocado, de la mano de su esposa, y seguido de un cortejo de oficiales reales y capitanes, formados en tropa, tras el obispo y demás sacerdotes.

La llegada del nuevo gobernador supondría un cambio radical en la forma de vida de los colonos y la pérdida de la paz, tranquilidad y sentido del propósito que disfrutaban desde que Balboa había tomado el mando, por medios poco ‘ortodoxos', de Martín de Enciso y Diego de Nicuesa.

Gracias al gran carisma natural del que gozaba Balboa, españoles e indígenas habían establecido no solo relaciones cordiales sino un proceso de intercambio cultural enriquecedor. Los primeros habían dado apoyo a los caciques amigos para guerrear contra sus enemigos. A cambio, los naturales les proveían de guía, facilidades para conseguir oro y alimentos.

La llegada de 1,500 personas nuevas, con otro talante, proclives al maltrato y abusos, con armas poderosas, y dando muestras que venir a quedarse, hizo cambiar la actitud amable de los indios.

REUNIÓN PRIMERA

Aunque en un principio, Pedrarias y Balboa intentaron mantener las apariencias, la desconfianza entre ambos hombres era demasiado fuerte.

Mientras que el primero temía acabar como Ojeda o Nicuesa, Balboa sospechaba de los poderes establecidos y de su capacidad para tronchar su autonomía y sueños de aventuras y conquistas.

Los meses siguientes, Pedrarias se mantuvo esperando que el rey le hiciese llegar las instrucciones para hacer finalmente el juicio a Balboa por sus delitos pasados. Sin embargo, para su sorpresa, el 20 de abril del año 1515, llegarían a Santa María dos carabelas portando órdenes reales muy diferentes: Balboa había sido nombrado gobernador de Panamá y Coiba y Adelantado del Mar del Sur, un título de gran prestigio en reconocimiento al descubrimiento de este mar, en septiembre de 1513.

En su carta, el rey le pedía a Pedrarias que favoreciese a Balboa y que se dejase aconsejar de él, que tanta experiencia tenía ‘en las cosas de Indias'

Las nuevas consideraciones dadas por el rey a Balboa no gustaron nada a Pedrarias ni favorecieron la relación entre ambos, que durante los próximos cinco años de convivencia en Darién, mantedrían una clara enemistad, con sus altas y sus bajas.

Ninguno de los dos cejaría en su empeño de convencer al rey de los defectos del otro. Los Archivos de Indias recogen las cartas enviadas en que ambos se acusan mutuamente de envidia y avaricia. Balboa, por su parte, añadía a Pedrarias las acusaciones de vago, viejo y enfermizo y de no castigar los desmanes de sus capitanes.

A la muerte del rey Fernando, los enemigos de Pedrarias, encabezados por fray Bartolomé de las Casas, lograrían convencer al nuevo monarca, Carlos I, de la maldad de Pedrarias.

El rey acordó sustituirlo por el entonces gobernador de Canarias, Lope de Sosa.

Como es de esperarse, al conocer de su próxima destitución, Pedrarias culpó a Balboa y en el mes de enero de 1519 entabló acusación por rebeldía en contra de él. Después de un proceso oscuro llevado a cabo por Gaspar de Espinosa, alcalde de Santa María la Antigua, el adelantado fue decapitado junto con un grupo de sus más fieles seguidores.

La última de sus faltas había sido poner a circular en la colonia unas cartas falsas del rey, para favorecer su viaje de conquista del Perú, tierra dorada y soñada por él durante muchos años. Su injusta (?) ejecución, el 15 de enero de 1519, con tan altas promesas y posibilidades, acrecentaría y mitificaría su figura, no exenta de faltas.

Por su parte, el que algunos han llamado un ‘el malvado más amado por el destino', tuvo mejor suerte.

El barco que transportaba a Lope de Sosa llegaría a la colonia el 18 de mayo de 1520, portando su cadáver. Había fallecido un día antes de desembarcar.

Pedrarias sepultó a Sosa en la catedral con la mayor solemnidad y honores y siguió provisionalmente como gobernador interino. Pero tuvo la astucia de enviar a España a su esposa y a su hijo Diego, con un gran cargamento de perlas, para que estos convenciesen al rey Carlos de mantenerlo como gobernador.

El rey, empeñado en su Guerra de las Comunidades, en España, lo confirmó en el puesto en septiembre de ese año. Finalmente, Pedrarias sería removido de su puesto. Pero lograría ser enviado a Nicaragua, donde gobernaría desde marzo de 1528 hasta su muerte, el 6 de marzo de 1531, en la ciudad de León, a los 91 años de edad, por "vejez, pasiones y enfermedades".

En Panamá, el apodado ‘Galán', ‘Justador', o la ‘Ira de Dios', según De las Casas, haría importantes aportes como la fundación de la ciudad de Panamá y la de Natá, así como la construcción de un camino entre la costa pacífica y la caribeña. También hizo expediciones de reconocimiento.

Sin embargo, durante siglos, Pedrarias ha pasado a encarnar todas las ‘leyendas negras' de América, al punto de ser considerado por algunos historiadores como ‘el personaje más odiado de la Conquista'.

En el año 2000, cuando se descubrieron sus presuntos restos en Nicaragua, junto con los de un subalterno llamado Hernández de Córdoba, a quien había hecho decapitar (¿suena conocido?) el Ejército de Nicaragua honró con 21 cañonazos los restos de Hernández de Córdoba. Los de Pedrarias no solo no recibieron este honor, sino que fueron sepultados a los pies de aquel.

 

ANDRÉS DE GARABITO (Tomado de Crónicas de Castilla del Oro):

 Andrés de Garabito, el mal amigo, causante o  directo  responsable de que le cortaran la cabeza a Vasco Núñez de Balboa, mereció siempre la confianza de Pedrarias, quien le nombró teniente gobernador en el pueblo de Acla. Años después pasó a León-Nicaragua-donde murió trágicamente.

JUAN DE AYORA (TOMADO DE Crónicas de Castilla del Oro):  “Otra expedición se organizó en agosto de 1514 al mando del capitán Juan de Ayora y de los tenientes Fernando de Meneses y Francisco Ávila, quienes dejaron establecidos en fuerte de Santa Cruz en tierras del cacique Comagre bajo las órdenes del capitán Juan de Zorita.

    “De Santa Cruz los expedicionarios de Ayora siguieron adelante… Con el resto de la expedición Juan de Ayora trasmontó la cordillera que mira a la Mar del Sur.

   Tal recorrido por estas tierras que eran dominios de los caciques Pocorosa, Tubanamá y Secativá, ha hecho célebre por su trato cruel al capitán Ayora “el que asaltaba en noche los poblados indígenas, les robaba el oro, les secuestraba sus mujeres e hijas y a los que huían echábales los perros mordedores, de tal manera que no dejó caciques ni indio en paz”.

BARTOMOLÉ HURTADO (Tomado de Crónicas de Castilla del Oro):   Salió de Santa María en busca de informes de la expedición de Ayora y regresó con crecido número de prisioneros nativos de los cuales dio seis al gobernador, otros seis al obispo y cuatro a cada uno de los funcionarios de la colonia, para así librarse de un merecido castigo por sus atropellos y haber reducido a la esclavitud a los indios que encontró a su paso.

FRANCISCO BECERRA (Tomado de Crónicas de Castilla del Oro) Fue otro de los escogidos por Pedrarias para hacer un recorrido por las tierras de Comagre y Tubanamá hasta alcanzar el Golfo de San Miguel.

     Su expedición fue tan exitosa que trajo consigo más de trescientos indios en cuerda y más de siete mil pesos de todo lo cual tocó gran parte a Pedrarias y a los Oficiales Reales.

     Sin lugar a dudas Becerra fue uno de los capitanes que cometió mayores crueldades con los nativos del Darién. De él cuentas los cronistas de la conquista, la villanía y maldad que cometió con los caciques de El Suegro y El Quemado.

     Al cacique Mohe lo denominaron “el suegro” porque al llegar los cristianos a sus dominios sus jefes le robaron sus cuatro hijas, de tal manera que en forma burlona le llamaron el suegro.

     Al otro cacique le llamaron el Quemado porque sin otra causa que no dar oro lo sometieron al tormento del hierro candente.

GASPAR DE MORALES (Tomado de Crónicas de Castilla del Oro):   Una nueva expedición al mando de Gaspar de Morales acompañado de Pizarro alcanzó la Mar del Sur por las tierras de Chiapes y Tumaco y embarcándose en cayucos indígenas visitó el archipiélago de las Perlas, donde gobernaba Terarequí, el que después de ser vencido en batalla le entregó al vencedor una canastilla de perlas en las que figuraba una muy valiosa, del tamaño de una nuez pequeña, la que fue obsequiada a la reina.

    Al sentar pie en la isla más grande, que Balboas denominó Isla Rica, le dio el nombre de Isla de las Flores. De regreso al continente Morales alcanzó la  punta de Garachiné  vistó las tierras de Birú y Chocama, en donde ordenó el degollamiento de trescientos indios cautivos que tenía en rehenes, entre éstos niños de pecho que morían en los brazos maternos, pensando que con medidas tan horrendas atemorizaría a sus perseguidores.

DIEGO DE ALBITEZ: Hizo que el cacique Chagres comprara su libertad con seis mil pesos oro.

GONZÁLO DE BADAJOZ:  (Tomado de Crónicas de Castilla del Oro): Realizó una excursión hasta las entonces desconocidas tierras de occidente. En su recorrido visitó Totunaga, Tataracherubi, Tabor, Pananomé, Nata, Escoria y Antatara (señor de París). Al comienzo la expedición se desarrollaba sin ningún incidente de guerra porque los indios huyeron a lo más abrupto de sus montañas o rindieron a los conquistadores su más sumiso vasallaje, ofreciéndole como tributo valiosas joyas de oro cuyo valor ascendió a  80,000 pesos. Al llegar a los dominios de Antatara, cacique de París, éste dejó la tierra desierta a los invasores , remontándose a las montañs con sus mujeres e hijas. Invitado por Badajoz para que viniera a su presencia el cacique rehusó hacerlo, pero le mandó como presente dos canastas tapizadas  de cuero de venado, repletas de joyas de oro, collares, narigueras, pectorales de gran valor. Este rico presente aumentó la codicia de Badajoz, quien atacó de sorpresa el poblado del cacique para hacerlo prisionero y exigirle como rescate mayor cantidad de oro. Tal actitud del capitán español movió al indio a buscar los medios para atacarle los medios para atacarle de forma ventajosa. Hízole conocer que las riquezas de la tribu estaban escondidas en las serranías del sur de la Península, en las montañas del Quema. Interesado por el oro Badajoz dividió su s tropas compuestas de 130 expedicionarios y en persona caminó toda una noche para el amanecer no encontrar sino una choza desolada en medio de la cordillera. Divididas las fuerzas de los invasores los indios atacaron con gran ímpetu a los que quedaron, prendiéndole fuego al campamento español y no hubiera quedado hombre vivo si Badajoz no hubiera acertado a llegar pronto en auxilio de sus compañeros. Atacada por todas partes  la gente de Badajoz hizo un esfuerzo para salir de este cerco de muerte, dejando en el campo de batalla sesenta castellanos y todo el oro que habían recaudado a lo largo de su recorrido entre Nombre de Dios y el Golfo de Parita.

GASPAR DE ESPINOZA (Tomado de Crónicas de Castilla de Oro):   Varios hechos describen los eventos más importantes ligados a este conquistador. 1. La participación en el juicio en contra de Balboa y el uso de las naves que construyó Balboa, para explorar el Pacífico y luego regresar por tierra desde Punta Burica hasta Panamá en el año 1521. 2. La expedición para castigar a Pocorosa y luego la recuperación del tesoro perdido por Badajoz. En tierras de Pocorosa fue informado Espinoza del desastre de Badajoz en las tierras de París  e inmediatamente pidió autorización a Pedrarias para luego castigar a Pocorosa seguir hacia el occidente y rescatar el rico botín que los guerreros de Antatara habían quitado de las manos de Badajoz. Espinoza avanzó por la tierras de Comagre, Pocorosa, Tubanamá los que habían reunido tres mil combatientes para oponerse a su avance, pero al verse atropellaos por los caballos que los jinetes les echaban encima recibieron un gran espanto y en su pánico cada cual trató de salvarse como mejor pudo. Sin embargo, hizo algunos prisioneros los que sometió a los más crueles suplicios para castigar a sí el arrasamiento y muerte de los pobladores de Santa Cruz.  En su avance hacia occidente sorprendió a los caciques Cherú y Natá. “Eran tantos bohíos que había en la aldea de Natá-dice Espinoza-que creo que no hubo nadie que no se espantasey tuviese temos de ver tanta población. Hallamos allí infinito maíz y tantos venados que los que les vimos los apreciamos en trescientos e infinito pescado salado e muchos patos e pavos y toda comida de indios en mucha abundancia”. Fue el cacique Natá quien informó al  invasor que todos los tesoros que había perdido Badajoz estaban en poder del distante Antatara, señor de París. Cuidadoso de no dejar en libertad enemigos a sus espaldas, para que no le sucediera lo mismo que a Badajoz, Espinoza avanzó por las tierras de escoria y comisionó al capitán Bartolomé Hurtado su sometimiento. Sorprendido en la noche el cacique fue hecho prisionero y así acompañaban en cautiverio a los invasores los caciques Cherú, Natá y escoria.  Después de cruzar el escoria, hoy río Santa María, el capitán Diego de Albitez avanzó con 90 soldados por el territorio que forman las provincias de  Azuero. Saliéronle a cerrar el paso 4 mil combatientes a las órdenes del propio cacique Antatara y después de dura refriega entre cristianos e indígenas decidió la batalla  la llegada de los refuerzos que traía Espinoza…..  Informado Espinoza de que el cacique  mantenía ocultos sus tesoros en la serranía de Quema mandó tras él hasta el final de la península a Diego de Albítez y logró establecer con los caciques conversaciones amistosas y valiéndose de buenas maneras logró recuperar parte del tesoro quitado a Badajoz, cuyas joyas de oro valían más de ochenta mil castellanos.

domingo, 25 de junio de 2023

CAPITULACIÓN DE SANTA FE

 

ENTRE CRISTÓBAL COLÓN Y LOS REYES DE ESPAÑA




TOMADO CON FINES DIDÁCTICOS DE: https://elobrero.es/historalia/95446-las-capitulaciones-de-santa-fe.html

"Las cosas suplicadas es que Vuestras Altezas dan y otorgan a don Cristóbal de Colón, en alguna satisfacción de lo que ha descubierto en las Mares Océanos y del viaje que ahora, con el ayuda de Dios, ha de hacer por ellas en servicio de Vuestras Altezas, son las que se siguen.

Primera mente que Vuestras Altezas como Señores que son de las dichas Mares Océanos hacen desde ahora al dicho don Cristóbal Colón su almirante en todas aquellas islas y tierras firmes que por su mano o industria se descubrirán o ganarán en las dichas Mares Océanos para durante su vida, y después del muerto, a sus herederos y sucesores de uno en otro perpetuamente con todas aquellas preeminencias y prerrogativas pertenecientes al tal oficio, y segundo que don Alfonso Enríquez, Almirante Mayor de Castilla, y los otros sus predecesores en el dicho oficio, lo tenían en sus distritos. Place a Sus Altezas. Juan de Coloma.

Otrosí que Vuestras Altezas hacen al dicho Cristóbal su Virrey y Gobernador General en todas las dichas tierras firmes e Islas que como dicho es él descubriere o ganare en las dichas mares [...]. Place a Sus Altezas. Juan de Coloma.

Item que de todas y cualesquiera mercadurías, sean perlas, piedras preciosas, oro, plata, especiería, y otras cualesquiera cosas y mercadurías de cualquiera especie, nombre y manera que sean, que se compraren, trocaren, hallaren, ganaren y hubieren dentro en los límites de dicho Almirantazgo, que desde ahora Vuestras Altezas hacen merced al dicho don Cristóbal y quieren que haya y lleve para sí la decena parte de todo ello quitadas las costas todas que se hicieren en ello por manera que de lo que quedare limpio y libre, haya y tome la dicha décima parte para sí mismo, y haga ello a su voluntad, quedando las otras nueve partes para Vuestras Altezas. Place a Sus Altezas. Juan de Coloma. [...].

Yo el Rey. Yo la Reina. Por mandato del Rey y de la Reina. Juan de Coloma.»

(En el Archivo General de Indias, Indiferente General, legajo 418)




viernes, 23 de junio de 2023

LA CARTA DE JAMAICA DE CRISTÓBAL COLÓN

 ACTIVIDAD DE  COMENTARIOS O POST BASADOS EN LA CARTA DE JAMAICA.




¿Qué importancia tiene la Carta de jamaica?
¿Cuántas cartas de jamaica reconoce la historia como sucesos dignos de mención?

Empezamos por reconocer que no existe una sola carta de Jamaica. Existen dos: una escrita por Cristóbal Colón y otra escrita por Simón Bolívar. Ambas fueron escritas en la isla de Jamaica. De allí su nombre. 

El documento que leeremos en este día es muy especial para los panameños. También es conocido como Carta de Relación del IV viaje de Cristóbal Colón (Cristophoro Columbus). Existe el ejemplar conocido como Lettera Rarisima.

Joven estudiante, atienda las instruccciones del profesor. Usted actuará en función de eso.  ¿Se le solicita solo leer o se le solicita comentar? Si debe  comentar, entonces recuerda  pinchar  o hacer clic en el enlace del título del blog , para poder comentar. Al leer, recuerda que Cristóbal Colón salió de España en su cuarto viaje con rumbo a la Española (República Dominicana). De allí pasó por las Antillas hasta llegar a Honduras y luego siguió con ruta sur hasta llegar a Panamá, para luego regresar a las Antillas y a España.

Es muy importante para la historia y la literatura panameña, por ser el documento con el que inicia la historia y la literatura panameña. Describe, en ella, Colón, su recorrido por parte de las costas del Istmo, entre los años 1502 y 1503 y otros países de Las Antillas y de América Central.

En esta ocasión, apreciado estudiante, espero que leas hasta el final el documento y luego, en la sección de comentarios, contestes de forma corrida, con buena redacción y ortografía, a manera de comentario, con ilación, las siguientes preguntas generadoras, siempre y cuando en la clase se le haya pedido comentar.

¿Cómo le fue a Cristóbal Colón  y a su equipo por Panamá (Sustenta por qué)? ¿Qué parte te llamó más la atención de lo ocurrido en Panamá y cómo sabes que está hablando de Panamá y no de otro país? ¿Qué opinas de la forma de escribir Cristóbal Colón?

Al terminar de escribir tu comentario en la sección de comentarios debes envíar un recorte al número personal del profesor. Lea los criterios de evaluación, si se le pidió en la clase comentar.

Criterios:

Saludo y nombre..........................  5

Contenido correcto y completo. .10

Ortografía y redacción  ...............10

Autoevaluación honesta incluida.10

Envió de recorte de comentario al profesor 5


Total: 40 puntos 

A continuación te invitamos a leer la Carta en una versión actualizada.



"Serenísimos y muy altos y poderosos príncipes, Rey y Reina, Nuestros Señores: De Cádiz pasé a Canaria en cuatro días, y dende á las Indias en diez y seis días, donde escribía. Mi  intención era dar prisa á mi viaje en cuanto yo tenía los navíos buenos, la gente y los bastimentos, y que mi derrota era en la Isla de Jamaica; e en la Isla Dominica escribí esto: fasta allí truje el tiempo á pedir por la bocañ Es noche  que allí entré fue con tormenta y grande, y me persiguió después siempre. Cuando llegué sobre la Española envié el envoltorio de cartas , y á pedir por merced un navío por mis dineros, porque otro que yo llevaba era inavegable y so surtía velas. Las cartas tomaron, y sabrán si les dieron la respuesta . Para mi fue mandarme  de parte  ahí, que yo no pasase ni llegase á la tierra: cayó el corazón á la gente que iba conmigo, por temor de los llevar lejos, diciendo que si algún caso de peligro les viniese que no serían remediados allí, antes les sería fecha alguna grande afrenta...La tormenta era terrible, y en aquella noche me desmembró los navíos: á cada uno llevó por su cabo sin esperanzas, salvo la muerte: cada uno de ellos tenía por cierto que los otros eran perdidos...

E torno á los navíos que así me había llevado la tormenta y dejado á mí solo. Deparómelos nuestro Señor cuando le plugo. El navío Sospechoso había echado a la mar, por escapar, fasta la isola la Gallega; perdió la barca, y todos gran parte de los bastimentos: en el que yo iba, abalumado á maravilla, nuestro Señor le salvó que no hubo daño de una paja. En el Sospechoso iba mi hermano; y él, después de Dios, fue su remedio. E con esta tormenta, así á gatas, me llegué a Jamaica: allí se mudó de mar alta en calmería y grande corriente, y me llevó hasta el Jardín de la Reina sin ver tierra. De allí, cuando pude, navegué á la tierra firme, adonde me salió el viento y corriente terrible al opósito: combatí con ellos sesenta días, y en fin no le pude ganar más de setenta leguas.- En todo este tiempo no entré en puerto, ni pude, ni me dejó tormenta del cielo, agua y trombones y relámpagos de continuo que parecía el fin del mundo. Llegué al cabo de Gracias á Dios, y de allí me dio nuestro Señor próspero el viento y corriente. Esto fue á 12 de septiembre. Ochenta y ocho días había que no me había dejado espantable tormenta, atando que no vide el sol ni estrellas por mar; que á los navíos tenía yo abiertos, á las velas rotas y perdidas anclas y jarcia, cables, con las barcas y muchos bastimentos, la gente muy enferma, y todos contritos, y muchos con promesa de religión, y no ninguno sin otros votos y romerías. Muchas veces habían llegado á se confesar los unos á los otros. Otras tormentas se han visto, mas no durar tanto ni con tanto espanto. Muchos esmorecieron, harto y hartas veces, que teníamos por esforzados. De una camarilla, que yo mandé facer sobre cubierta, mandaba la vía. Mi hermano estaba en el peor navío y más peligroso[...]
Llegué a tierra de Cariay, adonde me detuve á remediar los navíos y bastimentos, y dar aliento á la gente, que venía muy enferma. Yo que, como dije, había llegado muchas veces á la muerte, allí supe de las minas del oro de la provincia de Ciamba, que yo buscaba. Dos indios me llevaron á Carambaru, adonde la gente anda desnuda y al cuello un espejo de oro, mas no le querían vender ni dar á trueque. Nombráronme muchos lugares en la costa de la mar, adonde decían que había oro y minas; el postrero era Veragua, y lejos de allí obra de veinte y cinco leguas: partí con intención de los tentar á todos, y llegado ya el medio supe que había minas á dos jornadas de andadura: acordé de inviarlas á ver vísperas de San Simón y Judas, que había de ser la partida: en esa noche se levantó tanta mar y viento, que fue necesario de correr hacia adonde él quiso; y el indio adalid de las minas siempre conmigo.- En todos estos lugares, adonde yo había estado, fallé verdad todo lo que yo había oído: esto me certificó que es así de la provincia de Ciguare, que según ellos, es descrita nueve jornadas de andadura por tierra al Poniente: allí dicen que hay infinito oro, y que traen corales en las cabezas, manillas a los pies y á los brazos dello, y bien gordas; y de él, sillas, arcas y mesas las guarnecen y enforran. También dijeron que las mujeres de allí traían collares colgados de la cabeza á las espaldas. En esto que yo digo, la gente toda de estos lugares conciertan en ello, y dicen tanto que yo sería contento con el diezmo. También todos conocieron la pimienta [...] En todos sus usos son como los de la Española. El oro cogen con otras artes, bien que todos son nada con los de los cristianos. Esto que yo he dicho es lo que oyó[...] no es mi propósito de fablar en aquella materia, salvo de dar cuenta de mi duro y trabajoso viaje, bien que él sea el mas noble y provechoso. --Digo que víspera de San Simón y Judas corrí donde el viento me llevaba, sin poder resistirle. En un puerto excusé diez días de gran fortuna de mar y del cielo: allí acordé de no volver atrás a las minas, y dejélas ya por ganadas. Partí, por seguir mi viaje, lloviendo: llegué á puerto de Bastimentos, adonde entré y no de grado: la tormenta y gran corriente me entró allí catorce días; y después partí, y no con buen tiempo. Cuando yo hube andado quince leguas forzosamente, me reposó atrás el viento y corriente con furia: volviendo yo al puerto de donde había salido fallé en el camino al Retrete, adonde me retruje con harto peligro y enojo, y bien fatigado yo y los navíos y la gente: detúveme allí quince días, que así lo quiso el cruel tiempo; y cuando creí de haber acabado me fallé de comienzo: allí mudé de sentencia de volver á las minas, y hacer algo fasta que me viniese tiempo para mi viaje y marear; llegado con cuatro leguas revino la tormenta, y me fatigó tanto á tanto que ya no sabía de mi parte. Allí se me refrescó del mal la llaga: nueve días anduve perdido sin esperanza de vida: ojos nunca vieron la mar tan alta, fea y hecha espuma. El viento no era para ir adelante, ni daba lugar para correr hacia algún cabo. Allí me detenía en aquella mar fecha sangre, hirviendo como caldera por gran fuego. El cielo jamás fue visto tan espantoso: un día con la noche ardió como forno; y así echaba la llama con los rayos, que cada vez miraba yo si me había llevado los másteles y velas; venían con tanta furia espantables que todos creíamos que me habían de fundir los navíos. En todo este tiempo jamás cesó agua del cielo, y no para decir que llovía, salvo que resegundaba otro diluvio. La gente estaba ya tan molida que deseaban la muerte para salir de tantos martirios. Los navíos ya habían perdido dos veces las barcas, anclas, cuerdas, y estaban abiertos, sin velas.---Cuando plugo á nuestro Señor volví a Puerto Gordo, adonde reparé lo mejor que pude. Volví otra vez hacia Veragua para mi viaje, aunque yo no estuviera para ello. Todavía era el viento y corrientes contrarios. Llegué casi adonde antes, y allí me salió otra vez el viento y corrientes al encuentro, y volví otra vez al puerto, que no osé esperar la oposición de Saturno con mares tan desbaratados en costa brava, porque las mas de las veces trae tempestad ó fuerte tiempo. Esto fue día de Navidad en horas de misa. Volví otra vez adonde yo había salido con harta fatiga; y pasado año nuevo torné a la porfía, que aunque me hiciera buen tiempo para mi viaje, ya tenia los navíos innavegables, y la gente muerta y enferma. Día de la Epifanía llegué á Veragua, ya sin aliento: allí me deparó nuestro Señor un río y seguro puerto, bien que á la entrada no tenia salvo diez palmos de fondo. Metime en él con pena, y al día siguiente recordó la fortuna: si me falla fuera, no pudiera entrar á causa del banco. Llovió sin cesar fasta catorce de Febrero, que nunca hubo lugar de entrar en la tierra, ni de me remediar en nada; y estando ya seguro a veinte y cuatro de Enero, de improviso vino el río muy alto y fuerte; quebróme las amarras y proeses, y hubo de llevar los navíos, y cierto los vi en mayor peligro que nunca. Remedió nuestro Señor, como siempre hizo. No sé si hubo otro con mas martirios. A seis de Febrero, lloviendo, invié setenta hombres la tierra adentro; y á las cinco leguas fallaron muchas minas; los Indios que iban con ellos los llevaron á un cerro muy alto, y de allí les mostraron hacia toda parte cuanto los ojos alcanzaban, diciendo que en toda parte había oro, y que hacia el Poniente llegaban las minas veinte jornadas, y nombraban las villas y lugares , y adonde había de ello mas ó menos. Después supe yo que el Quibián que había dado estos Indios, les había mandado que fuesen á mostrar las minas lejos y de otro su contrario; y que adentro de su pueblo cogían, cuando él quería, un hombre en diez días una mozada de oro: los indios sus criados y testigos de esto traigo conmigo. Adonde él tiene el pueblo llegan las barcas. Volvió mi hermano con esa gente, y todos con oro que habían cogido en cuatro horas que fue allá á la estada. La calidad es grande, porque ninguno de estos jamás había visto minas, y los más oro. Los más eran gente de la mar, casi todos grumetes. Yo tenía mucho aparejo para edificar y muchos bastimentos. Asenté pueblo, y di muchas dádivas al Quibián, que así llaman al Señor de la tierra; y bien sabía que no había de durar la concordia: ellos muy rústicos y nuestra gente muy importunos, y me aposesionaba en su término: después que él vido las cosas fechas y el tráfago tan vivo acordó de las quemar y matarnos á todos: muy al revés salió su propósito: quedó preso él, mujeres y fijos y criados; bien que su prisión duró poco: el Quibián se fuyó á un hombre honrado, á quien se había entregado con guarda de hombres; é los hijos se fueron á un Maestre de navío, á quien se dieron en él á buen recaudo.---En Enero se había cerrado la boca del río. En Abril los navíos estaban todos comidos de broma, y no los podía sostener sobre agua. En este tiempo hizo el río una canal, por donde saqué tres dellos vacíos con gran pena. Las barcas volvieron adentro por la sal y agua. La mar se puso alta y fea, y no les dejó salir fuera: los indios fueron muchos y juntos y los combatieron, y en fin los mataron. Mi hermano y la otra gente toda estaban en un navío que quedó adentro: yo muy solo de fuera, en tan brava costa, con fuerte fiebre, en tanta fatiga: la esperanza de escapar era muerta: subí así trabajando lo mas alto, llamando á voz temerosa, llorando y muy aprisa, los maestros de la guerra de vuestras Altezas, á todos cuatro los vientos, por socorro; mas nunca me respondieron. Cansado, me dormecí gimiendo[...]
Levantéme cuando pude; y al cabo de nueve días hizo bonanza, mas no para sacar los navíos del río. Recogí la gente que estaba en tierra, y todo el resto que pude, porque no bastaban para quedar y para navegar los navíos. Quedara yo á sostener el pueblo con todos, si vuestras Altezas supieran de ello. El temor que nunca aportarían allí navíos me determinó á esto, y la cuenta que cuando se haya de proveer de socorro se proveerá de todo. Partí en nombre de la Santísima Trinidad, la noche de Pascua, con los navíos podridos, abrumados, todos fechos agujeros. Allí en Belén dejé uno, y hartas cosas. En Belpuerto hice otro tanto. No me quedaron salvo dos en el estado de los otros, y sin barcas y bastimentos, por haber de pasar siete mil millas de mar y de agua, ó morir en la vía con fijo y hermano y tanta gente. Respondan ahora los que suelen tachar y reprender, diciendo allá de un salvo: ¿por qué no hacíades esto allí? Los quisiera yo en esta jornada. Yo bien creo que otra de otro sabor los aguarda: á nuestra fe es ninguna. ---Llegué a trece de Mayo en la provincia de Mago, que parte con aquella del Catayo y de allí partí para la Española: navegué dos días con buen tiempo, y después fue contrario. El camino que yo llevaba era para desechar tanto número de islas, por no me embarazar en los bajos de ellas. La mar brava me hizo fuerza, y hube de volver atrás sin velas: surgí á una isla adonde de golpe perdí tres anclas, y á la media noche, que parecía que el mundo se envolvía, se rompieron las amarras al otro navío, y vino sobre mí, que fue maravilla como no nos acabamos de se hacer rajas: el ancla, de forma que me quedó, fue ella después de nuestro Señor, quien me sostuvo. Al cabo de seis días, que ya era bonanza, volví á mi camino: así ya perdido del todo de aparejos y con los navíos horadados de gusanos mas que un panal de abejas, y la gente tan acobardada y perdida, pasé algo adelante de donde yo había llegado denantes: allí me torné á reposar atrás la fortuna: paré en la misma isla en mas seguro puerto: al cabo de ocho días torné á la vía y llegué á Jamaica en fin de Junio, siempre con vientos punteros, y los navíos en peor estado: con tres bombas, tinas y calderas no podían con toda la gente vencer el agua que entraba en el vacío, ni para este mal de broma hay otra cura. Cometí el camino para me acercar á lo mas cerca de la Española, que son veinte y ocho leguas,--y no quisiera haber comenzado. El otro navío corrió á buscar puerto casi anegado. Yo porfié la vuelta de la mar con tormenta. El navío se me anegó, que milagrosamente me trujo nuestro Señor á tierra. ¿Quién creyera lo que yo aquí escribo? Digo que de cien partes no he dicho la una en esta letra. Los que fueron con el almirante lo atestigüen. Si place á Vuestras Altezas de me hacer merced de socorro un navío que pase de sesenta y cuatro, con ducientos quintales de bizcocho y algún otro bastimento, abastará para me llevar á mí y á esta gente á España de la Española. En Jamaica ya dije que no hay veinte y ocho leguas á la Española. No fuera yo, bien que los navíos estuvieran para ello. Ya dije que me fue mandado de parte de Vuestras Altezas que no llegase á ella. Si este mandar ha aprovechado, Dios lo sabe. Esta carta invío por vía y mano de Indios: grande maravilla será si allá llega.¬ De mi viaje digo: que fueron ciento y cincuenta personas conmigo, en que hay hartos suficientes para pilotos y grandes marineros: ninguno puede dar razón cierta por donde fui yo ni vide: la razón es muy presta. Yo partí sobre el pueblo del Brasil: en la Española no me dejó la tormenta ir al camino que yo quería: fue por fuerza correr adonde el viento quiso. En ese día caí yo muy enfermo: ninguno había navegado hacia aquella parte: cesó el viento y el mar dende á ciertos días, y se mudó la tormenta en calmería y grandes corrientes. Fui á aportar á una isla que se dijo de las Bocas, y de allí á Tierra firme. Ninguno puede dar cuenta verdadera de esto, porque no hay razón que abaste; porque fue ir con corriente sin ver tierra tanto número de días. Seguí la costa de la Tierra firme: esta se asentó con compás y arte. Ninguno hay que diga debajo cuál parte del cielo ó cuándo yo partí de ella para venir á la Española. Los pilotos creían venir á parar á la isla de Sanct-Joan; y fue en tierra de Mango, cuatrocientas leguas mas al Poniente de adonde decían. Respondan, si saben, adonde es el sitio de Veragua. Digo que no pueden dar otra razón ni cuenta, salvo que fueron á unas tierras adonde hay mucho oro, y certificarle; mas para volver á ella el camino tienen ignoto. Sería necesario para ir á ella descubrirla como de primero. Una cuenta hay y razón de astrología, y cierta: quien la entiende esto le abasta. A visión profética se asemeja esto. Las naos de las Indias, si no navegan salvo a popa, no es por la mala fechura, ni por ser fuertes; las grandes corrientes que allí vienen, juntamente con el viento hacen que nadie porfíe con bolina, porque en un día perderían lo que hubiesen ganado en siete; ni saco carabera aunque sea latina portuguesa. Esta razón hace que no naveguen, salvo con colla, y por esperarle se detienen á las veces seis y ocho meses en puerto; ni es maravilla, pues que en España muchas veces acaece otro tanto[...]
En Cariay, y en esas tierras de su comarca, son grandes fechiceros y muy medrosos. Dieran el mundo porque no me detuviera allí una hora. Cuando llegué allí luego me inviaron dos muchachas muy ataviadas: la mas vieja no seria de once años y la otra de siete; ambas con tanta desenvoltura que no serian mas unas putas: traían polvos de hechizos escondidos. En llegando las mandé adornar de nuestras cosas y las invié luego á tierra: allí vide una sepultura en el monte, grande como una casa y labrada, y el cuerpo descubierto y mirando en ella. De otras artes me dijeron y mas excelentes. Animalias menudas y grandes hay hartas y muy diversas de las nuestras. Dos puercos hube yo en presente, y un perro de Irlanda no osaba esperarlos. Un ballestero había herido una animalia, que se parece á un gato paul, salvo que es mucho mas grande, y el rostro de hombre: teníale atravesado con una saeta desde los pechos á la cola, y porque era feroz le hubo de cortar un brazo y una pierna: el puerco en viéndole se le encrespó y se fue huyendo: yo cuando esto vi mandé echarle begare, que así se llama donde estaba: en llegando á él, así estando á la muerte y la saeta siempre en el cuerpo, le echó la cola por el hocico y se la amarró muy fuerte, y con la mano que le quedaba le arrebató por el copete como á enemigo. El auto tan nuevo y hermosa montería me hizo escribir esto. De muchas maneras de animalias se hubo, mas todas mueren de barra. Gallinas muy grandes y la pluma como lana vide hartas. Leones, ciervos, corzos otro tanto, y así aves. Cuando yo andaba por aquella mar en fatiga en algunos se puso herejía que estábamos enfechizados, que hoy día están en ello. Otra gente fallé que comían hombres: la desformidad de su gesto lo dice. Allí dicen que hay grandes mineros de cobre: hachas de ello, otras cosas labradas, fundidas, soldadas hube, y fraguas con todo su aparejo de platero y los crisoles. Allí van vestidos; y en aquella provincia vide sábanas grandes de algodón, labradas de muy sotiles labores; otras pintadas muy sutilmente á colores con pinceles. Dicen que en la tierra adentro hacia el Catayo las hay tejidas de oro. De todas estas tierras y de lo que hay en ellas, falta de lengua, no se saben tan presto. Los pueblos, bien que sean espesos, cada uno tiene diferenciada lengua, y es en tanto que no se entienden los unos con los otros, mas que nos con los de Arabia. Yo creo que esto sea en esta gente salvaje de la costa de la mar, mas no en la tierra dentro._Cuando yo descubrí las Indias dije que eran el mayor señorío rico que hay en el mundo. Yo dije del oro, perlas, piedras preciosas, especerías, con los tratos y ferias, y porque no pareció todo tan presto fui escandalizado. Este castigo me hace agora que no diga salvo lo que yo oigo de los naturales de la tierra. De una oso decir, porque hay tantos testigos, y es que yo vide en esta tierra de Veragua mayor señal de oro en dos días primeros que en la Española en cuatro años, y que las tierras de la comarca no pueden ser más fermosas ni más labradas, ni la gente más cobarde, y buen puerto, y fermoso río, y defensible al mundo. Todo esto es seguridad de los cristianos y certeza de señorío, con grande esperanza de la honra y acrecentamiento de la religión cristiana; y el camino allí será tan breve como á la Española, porque ha de ser con viento. Tan señores son Vuestras Altezas de esto como de Jerez ó Toledo: sus navíos que fueren allí van a su casa. De allí sacarán oro: en otras tierras, para haber de lo que hay en ellas, conviene que se lo lleven, o se volverán vacíos; y en la tierra es necesario que fíen sus personas de un salvaje. _Del otro que yo dejo de decir, ya dije por qué me encerré:no digo así, ni que yo me afirme en el tres doble en todo lo que yo haya jamás dicho ni escrito,y que yo estó á la fuente. Genoveses, Venecianos y toda gente que tenga perlas, piedras preciosas y otras cosas de valor, todos las llevan hasta el cabo del mundo para las trocar, convertir en oro:el oro es excelentísimo: del oro se hace tesoro, y con él, quien lo tiene, hace cuanto quiere en el mundo, y llega á que echa las ánimas al paraíso. Los señores de aquellas tierras de la comarca de Veragua cuando mueren entierran el oro que tienen con el cuerpo; así lo dicen [...]
El oro que tiene el Quibián de Veragua y los otros de la comarca, bien que según información él sea mucho, no me paresció bien ni servicio de vuestras Altezas de se le tomar por vía de robo: la buena orden evitará escándalo y mala fama, y hará que todo ello venga al tesoro, que no quede un grano. Con un mes de buen tiempo yo acabara todo mi viaje: por falta de los navíos no porfié á esperarle para tornar á ello, y para toda cosa de su servicio espero en Aquel que me hizo, y estaré bueno. Yo creo que V. A. se acordará que yo quería mandar hacer los navíos de nueva manera: la brevedad del tiempo no dio lugar á ello, y cierto yo había caído en lo que cumplía--Yo tengo en más esta negociación y minas con esta escala y señorío, que todo lo otro que está hecho en las Indias. No es este hijo para dar á criar á madrastra. De la Española, de Paria y de las otras tierras no me acuerdo de ellas, que yo no llore: creía yo que el ejemplo dellas hobiese de ser por estotras al contrario: ellas están boca ayuso, bien que no mueren: la enfermedad es incurable, ó muy larga: quien las llegó á esto venga agora con el remedio si puede ó sabe: al descomponer cada uno es maestro. Las gracias y acrecentamiento siempre fue uso de las dar á quien puso su cuerpo á peligro. No es razón que quien ha sido tan contrario á esta negociación le goce ni sus fijos. Los que se fueron de las Indias fuyendo los trabajos y diciendo mal dellas y de mí, volvieron con cargos: así se ordenaba agora en Veragua: malo ejemplo, y sin provecho del negocio y para la justicia del mundo: este temor con otros casos hartos que yo veía claro, me hizo suplicar á V.A. antes que yo viniese á descubrir estas islas y tierra firme, que me las dejasen gobernar en su Real nombre: plúgoles: fue por privilegio y asiento, y con sello y juramento, y me intitularon de Visorrey y Almirante y Gobernador General de todo; y aseñalaron el término sobre las islas de los Azores cien leguas: y aquellas del Cabo Verde por línea que pasa de polo a polo, y desto y de todo que mas se descubriese, y me dieron poder largo: la escritura á mas largamente lo dice.---El otro negocio famosísimo está con los brazos abiertos llamando: extranjero ha sido fasta ahora. Siete años estuve yo en su Real corte, que a cuantos se fabló de esta empresa todos á una dijeron que era burla: agora fasta los sastre suplican por descubrir. Es de creer que van á saltear, y se les otorga, que cobran con mucho perjuicio de mi honra y tanto daño del negocio. Bueno es de dar á Dios lo suyo y acetar lo que le pertenece. Esta es justa sentencia, y de justo. Las tierras que acá obedecen á V.A. son más que todas las otras de cristianos y ricas. Después que yo, por voluntad divina, las hube puestas debajo de su Real y alto señorío y en filo para haber grandísima renta, de improviso, esperando navíos para venir á su alto concepto con victoria y grandes nuevas del oro, muy seguro y alegre, fui preso y echado con dos hermanos en un navío, cargados de fierros, desnudo en cuerpo, con muy mal tratamiento, sin ser llamado ni vencido por justicia. ¿Quién creerá que un pobre extranjero se hobiese de alzar en tal lugar contra V.A. sin causa, ni sin brazo de otro Príncipe, y estando solo entre sus vasallos y naturales, y teniendo todos mis fijos en su Real Corte? Yo vine á servir de veinte ocho años, y agora no tengo cabello en mi persona que no sea cano y el cuerpo enfermo, y gastado cuanto me quedó de aquellos, y me fue tomado y vendido, y á mis hermanos fasta el sayo, sin ser oído ni visto, con gran deshonor mío. Es de creer que esto no se hizo por su Real mandado. La restitución de mi honra y daños, y el castigo en quien lo fizo, fará sonar su Real nobleza; y otro tanto en quien me robó las perlas, y de quien ha fecho daño en ese almirantado. Grandísima virtud, fama con ejemplo será si hacen esto, y quedará á la España gloriosa memoria con la de Vuestras Altezas de agradecidos y justos Príncipes. La intención tan sana que yo siempre tuve al servicio de Vuestras Altezas, y la afrenta tan desigual, no da lugar al ánima que calle, bien que yo quiera: suplico á vuestras Altezas me perdonen.---Yo estoy tan perdido como dije: yo he llorado fasta aquí á otros: haya misericordia agora el Cielo y llore por mí la tierra. En el temporal no tengo solamente una blanca para el oferta: en el espiritual he parado aquí en las Indias de la forma que está dicho: aislado en esta pena, enfermo, aguardando cada día por la muerte, y cercado de un cuento de salvajes y llenos de crueldad y enemigos nuestros, y tan apartado de los Santos Sacramentos de la Santa Iglesia, que se olvidará desta anima si se aparta acá del cuerpo. Llore por mí quien tiene caridad, verdad y justicia. Yo no vine este viaje á navegar por ganar honra ni hacienda: esto es cierto porque estaba ya la esperanza de todo en ella muerta. Yo vine á V.A. con sana intención y buen celo, y no miento. Suplico humildemente á V.A. que si á Dios place de me sacar de aquí, que haya por bien mi ida á Roma y otras romerías. Cuya vida y alto estado la Santa Trinidad guarde y acreciente. Fecha en la Isla de Jamaica á 7 de Julio de mil quinientos y tres años."